El IMV, como el subsidio agrario, no generan holgazanes. Al contrario. Al asegurar unos ingresos estables, permiten planificar, supeditar el presente a las exigencias de un futuro probable, condición de posibilidad de una acción económica racional. Estas ayudas no hacen sujetos dependientes, sino sujetos más libres, con posibilidad de autonomía.
Vagos, parásitos, holgazanes… El Ingreso Mínimo Vital, para sus más acerbos críticos, fomentaría entre sus beneficiarios todo tipo de enfermedades de la voluntad de trabajar: debilitaría la fibra moral de los subsidiados, anulando toda cultura del esfuerzo e instalándolos en la holgazanería, en la cultura del subsidio. Los perceptores de las ayudas se convertirían en sujetos dependientes: acostumbrándoles a la paguilla, les haría incapaces de tomar las riendas de su vida, de movilizar su voluntad e ingenio para buscarse la vida, para emprender.
Estas críticas parten de premisas muy cuestionables. La primera es una premisa netamente clasista: los pobres son sospechosos de ser culpables de su pobreza por sus rasgos de personalidad. Por ello, concederles subsidios económicos sería recompensar su deficiencia de carácter. Esta premisa provoca que, a diferencia de los numerosos subsidios para las empresas o para las clases medias, los subsidios a los más desfavorecidos causen escándalo. La segunda premisa es que la necesidad sería el gran acicate para estos sujetos faltos de motivaciones internas a la actividad. Toda seguridad económica les hundiría en la molicie. Moviéndose sólo por las necesidades del momento, sin capacidad ni gusto para soportar los sacrificios necesarios para asegurarse el futuro, vivirían en un presente indefinido de abandono a sus veleidades.
La sociología de Bourdieu nos ofrece herramientas poderosas para cuestionar estas premisas. Desde el inicio teorizó la relación entre condiciones de existencia y disposiciones, entre la realidad cotidiana que vivimos y la forma en que percibimos y actuamos en el mundo. Su teoría del habitus sintetiza sus investigaciones y reflexiones sobre el tema.
Bourdieu inició esta reflexión en sus primeras investigaciones en Argelia, a fines de la década de 1950. En plena guerra de independencia argelina, un joven Bourdieu dirige una vasta investigación sobre la sociedad argelina. Tras décadas de colonización y años de guerra, esta sociedad sufría una profunda desestructuración. Masas de subproletarios vivían en chabolas en los suburbios, mientras que dos millones de campesinos habían sido desalojados de sus pueblos y concentrados en “campos de albergue”. Estas poblaciones constituyen un foco principal de la investigación de Bourdieu. Un problema central que le ocupa es: ¿cuáles son las condiciones para que los sujetos emprendan una acción política y económica racional? Dentro de las características de esta acción racional, una es esencial: la disposición al cálculo de los efectos de las acciones presentes en el futuro. Planificar supone una disposición donde el presente se evalúa y organiza en relación a un futuro posible y probable.
Esa disposición, nos dice Bourdieu, depende de las condiciones objetivas de existencia. Para ello, compara a los obreros con empleo fijo con los subproletarios. Los primeros, al vivir en una situación de relativa estabilidad, al disponer de vivienda y de ingresos fijos y al estar sometidos a toda una organización racional de la existencia en un medio laboral, pueden hacer proyectos realistas en el futuro. Por el contrario, los subproletarios viven en una precariedad constante. Sin ingresos regulares, sin ningún recurso que les pueda dar una mínima seguridad, cada día se levantan sin saber si conseguirán los ingresos más elementales. Desprovistos de recursos, viven al día, prisioneros de un presente que no pueden controlar. En estas circunstancias, carecen de toda base objetiva para poder prever lo que pasará con sus vidas en el futuro inmediato, ni siquiera en los próximos días. Estas condiciones impiden así la formación de una disposición al cálculo realista, a la organización del presente en función de un futuro probable. Por el contrario, obligados a vivir en el día a día, sólo se hunden en el fatalismo o fantasean futuros quiméricos.
La ausencia de disposición para hacer cálculos racionales, para supeditar el presente a las exigencias de un futuro probable, no es así -nos dice Bourdieu- la causa de la miseria. Es, por el contrario, la miseria, la carencia de recursos, la falta de seguridades objetivas la que impide que se forme esa disposición temporal. Son las condiciones objetivas las que modelan las características subjetivas, y no a la inversa.
Acusaciones parecidas a las que recibe el IMV se han utilizado insistentemente en España para atacar el subsidio agrario, mal llamado PER. El antiguo PER, que desde 1996 se denomina Plan de Fomento del Empleo Agrario, es un conjunto de subvenciones a los ayuntamientos de varias comunidades autónomas (no sólo Andalucía y Extremadura) para realizar inversiones en el mundo rural. Por el contrario, el subsidio agrario es una prestación contributiva -insistimos, contributiva– por desempleo para trabajadores eventuales del campo en Andalucía y Extremadura. De media, se perciben 430 euros netos al mes durante seis meses.
La realidad del subsidio agrario es muy distinta de los viejos tópicos y argumentarios que insistentemente lo han atacado. Lo pudimos comprobar en una investigación sociológica1 realizada con entrevistas grupales a perceptores del subsidio en la provincia de Granada. La estructura económica de estas zonas rurales condicionaba una demanda de trabajo no sólo débil, sino estacional, configurando un mercado de trabajo muy polarizado con un gran segmento de empleos esporádicos, precarios y mal pagados. Estos empleos imposibilitaban conseguir ingresos fijos. Con muy poco capital educativo y sin oficios manuales cualificados, los protagonistas de este trabajo empíricocontrarrestaban la insuficiencia e irregularidad de salarios con estrategias familiares de despliegue de actividades productivas para concentrar ingresos. Las familias combinaban varias actividades laborales inestables -trabajos asalariados y actividades informales por cuenta propia-, con ingresos dotados de cierta regularidad procedentes de prestaciones sociales, fundamentalmente el subsidio agrario. La intervención del Estado en el mercado rural andaluz, a través de esta vía, propiciaba, pues, cierta estabilidad de ingresos para estas familias.
¿Qué tipo de prácticas y proyectos posibilitaba el subsidio agrario? El subsidio agrario permitía unos ingresos regulares que propiciaban acceder a bienes de consumo duraderos, (como el automóvil), inalcanzables sin esta prestación. Además, el subsidio agrario, como prestación contributiva, es un medio de acumular cotizaciones a la seguridad social y, por tanto, una estrategia a largo plazo para disfrutar en la vejez de una pensión contributiva. El subsidio agrario, no sólo permite al perceptor proyectarse en el futuro sino tener la oportunidad de romper con la reproducción de la pobreza de algunos miembros de la familia dotándolos de mayor capital educativo. Así, una mujer que alternaba el trabajo como jornalera en tiempos de cosecha con el de limpiadora el resto del año, destinaba el dinero del subsidio agrario a pagar el alquiler de su hijo que estudiaba en la Universidad de Granada. Analítica y políticamente es muy importante subrayar todos estos puntos: el perceptor del subsidio agrario no es el que deja de trabajar –que el esquema de valor/trabajo junto a lo reducido del ingreso impiden-, es el que puede tener una mínima seguridad que le permita ir más allá –o al menos, un poco más allá de lo que iba antes.
La seguridad económica que proporciona el subsidio agrario posibilita planificar en el tiempo, que es una condición de posibilidad de una acción económica racional. Sus efectos son los inversos de los que se critica: no hace sujetos dependientes, sino sujetos con posibilidad de autonomía. El Ingreso mínimo vital, como el subsidio agrario, no producirá vagos, holgazanes, parásitos, sino personas menos pobres y también más libres.
1Torres Padilla, Pedro et al. (2008): “Subsidio agrario en Granada: sentido y estrategias de sus perceptores desde el empleo” en JUAN CARLOS DE PABLOS RAMÍREZ (Coord.): El empleo de cerca: estudios sobre agentes y estructuras en la provincia de Granada, Granada: Universidad de Granada, págs. 181-196.