Durante mucho tiempo se ha identificado una postura teórica –el funcionalismo crítico, que defiende que la escuela sirve para reproducir la dominación capitalista- con una posición política progresista. El artículo cuestiona esta identificación: el funcionalismo crítico proporciona una explicación insatisfactoria de las dinámicas del sistema escolar; por ello no puede servir para hacer propuestas políticas realistas. Frente a él, se propone analizar el sistema escolar desde el concepto de campo: los sistemas escolares son resultados históricos de la imbricación de las estrategias de múltiples actores.
Este análisis sirve para escapar a dos peligros en la acción política: el fatalismo de las estructuras y el voluntarismo idealista. Frente al componente predominantemente expresivo de la sociología de la educación crítica –sirve para reafirmarse en la convicción de una frontera estricta entre buenos y malos-, se defiende que la primera tarea política de un investigador es ofrecer datos y explicaciones sólidos que sirvan para delimitar de forma realista objetivos y medios de la acción política.